Día 4: La naturaleza salvaje que enamoró a Manfred

RUTA LAXE – AROU

MARTES 27 MAYO

Esta etapa nos va a llevar por la costa de Laxe, visitando sus espectaculares y amplias playas abiertas al Océano Atlántico. La Playa de los Cristales, las vistas de Soesto desde el Peñón do Castro y la laguna de Traba completan un principio de etapa muy divertido. Pero el final no se queda atrás: una lucha de millones de años entre el mar y la piedra que tiene su máxima expresión en el Cuello da Señora, donde pasearemos entre las grandes rocas, recordando a Man, el alemán a quien un paseo como éste lo dejó aquí para siempre, plenamente integrado en el paisaje.

Dificultad ALTA
Dificultad BAJA
Dificultad ALTA
17.7 kilómetros
Dificultad ALTA
7 horas
Dificultad ALTA
+- 500 m/desnivel

Seoane - Ferrería Vella 0174
Playas infinitas...
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Mar desafiante...
Seoane - Ferrería Vella 0150
una costa salvaje...
Ferrería Vella - Froxán 0751
llena de espectaculares esculturas
Ferrería Vella - Froxán 0334-1
Donde la piedra es arte
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En el Puerto de Laxe comenzamos esta etapa que no llevará hasta Arou. La flota de bajura se prepara para otra dura jornada de trabajo en el mar. Al volver de faenar, se subastan en la lonja las capturas del día.

Construida a finales del XIV, la Igrexa de Santa María da Atalaia es de gran valor histórico-artístico. Ejemplo claro del gótico marinero que aparece en muchas iglesias del litoral gallego, de la época de su construcción se conservan algunas esculturas. De una sóla nave con ábside cuadrado, su fachada está decorada con imágenes de la Virgen. En el interior de la iglesia se conservan varios sepulcros del Siglo XIII de los Moscoso que gobernaron estas tierras. El retablo barroco que existía en el altar mayor fue destruido por un rayo en 1955, dejando a la vista un singular retablo pétreo. En el atrio se puede ver el cruceiro y tenemos una estupenda panorámica del puerto y la playa de Laxe.

El camino continua subiendo por las calles de Laxe camino del Monte da Insua, que nos llevará hasta el faro. Dejamos a nuestra derecha la Ría de Corme y Laxe. Como ya sabéis, O Camiño dos Faros tiene de especial que en cada momento de la ruta vas viendo el camino ya realizado y las metas a donde tienes que llegar.

En la punta del Monte da Insua se encuentra el Faro de Laxe. Construido en 1920 es exactamente igual que el Roncudo, un sencillo cilindro recubierto de azulejos blancos. Pero su situación, como el resto de faros de esta ruta, es privilegiada. En sus pies naufragó el Playa de Arnela en 1972, un barco de Corme que estaba llegando a su puerto cuando fue a dar con las rocas de la Punta da Insua, salvándose sólo dos tripulantes. Este mar no perdona.

Cerca del faro podemos ver la escultura de bronce ‘A Espera‘, un homenaje a todos los hombres del mar y a sus mujeres, que esperan impacientes su llegada a puerto. Las vistas son espectaculares. A la derecha toda la Ría de Corme-Laxe. A la izquierda, toda la costa de mar abierto que tenemos que recorrer. Al fondo, se ve el Penal de Veo y la duna de Monte Branco, ecuador de O Camiño dos Faros ,

El mar golpea constantemente contra este Monte da Insua. En el recorrido ya lo estábamos comprobando pero al llegar a la Furna da Espuma, esa fuerza se convierte en espuma blanca. Hay que tener mucho cuidado al pasar pero, si tienes un día con las condiciones de viento adecuadas, el espectáculo merece la pena.

Este tramo finaliza en la Praia dos Cristais. A veces, la naturaleza es caprichosa y el mar devuelve siempre lo que se le tira. En esta zona de Laxe había un antiguo vertedero donde se tiraban las botellas y otros recipientes. En estos acantilados de perpetuo oleaje, el mar recogió esos restos y los devolvió pulidos en una obra de arte sobre esta pequeña cala. Cristales de todos los colores se juntan con pequeñas conchas en este curioso rincón. Haz una parada, disfruta, saca fotos… pero recuerda: Está prohibido coger los cristales de la playa.

El próximo objetivo de este Camiño dos Faros es el Peñón de Soesto. Después de pasar el cementerio tomamos la desviación a la derecha que nos dirige por un estrecho sendero por el que recorremos la Enseada da Baleeira. El mar rompe en todas las puntas y nosotros caminamos sobre él, escuchándolo y sintiéndolo.

Comenzamos el ascenso desde el Morelo para alcanzar el Peñón de Soesto. El ascenso es corto y es la única dificultad de la etapa. Desde la cima tenemos otras dos vistas panorámicas impresionantes. Al norte todo el Roncudo, con Corme al fondo. En primer plano todo el Monte da Insua que habíamos rodeado hasta el faro de Laxe, la Praia dos Cristais y la Enseada da Baleeira. Al sur, vemos la playa de Soesto con el mar rompiendo con fuerza y, al fondo, la punta de Catasol… ¡un mirador privilegiado!. La parada puede ser lo larga que quieras, la etapa es la más corta del camino y merece la pena exprimirla.

Bajamos desde el Peñón do Castro a la Praia de Soesto, con esta sensación de libertad que te ofrece la Costa da Morte. Pero ojo, la bajada es la parte más peligrosa del tramo, pasando por piedras lisas que pueden estar resbaladizas. Ten cuidado. La playa es de arena blanca y fina, abierta al mar, ventosa y de bastante oleaje, siendo el lugar elegido por muchos aficionados al surf para practicar su deporte preferido. Cruzando el pequeño riachuelo de Soesto nos paramos a sacar alguna foto… las dunas muestran todo su tapiz de colores… las formas son perfectas… O Camiño dos Faros es una galería de arte…

Saliendo de Soesto llegamos a la Punta do Catasol, donde contemplamos las olas. En este tramo del Camiño dos Faros, el mar se empieza a poner bastante más serio, un espectáculo para los sentidos. El camino hasta Traba nos lleva por una pista que nos deja relajar un poco las piernas, después del millón de piedras que llevamos en la ruta… ¡y las que nos quedan!

En el camino, entre los salientes, aparecen pequeñas calas como la del Castrallón y otras más grandes, como la Praia de Arnado. Enfrente de ella tenemos varios peñascos, entre ellos el Illote de Ataín, testigo de varios naufragios y ya, en dirección a Traba, la Illa Teixoeira. Seguimos con un mar que da gusto mirarlo…

Este espacio natural de Traba, formado por la playa y la laguna, está lleno de belleza natural. Cuenta la leyenda que bajo sus aguas está enterrada por castigo divino la ciudad de Valverde. La amplia Praia de Traba de 2650 metros abierta al mar tiene un complejo dunar que la separa de la laguna de gran valor ecológico.

Llegamos al espacio natural de la Lagoa de Traba, que recorremos a través de la pasarela de madera. El aporte de materia fluvial y de corrientes marinas van formando una barra de arena que cierra la bahía y una playa en forma de flecha. A partir de ese momento se produce otra fase, en la que depósitos de arenas y limos van colmatando los bordes de la laguna, disminuyendo su profundidad y permitiendo la fijación de vegetación adaptada a estas condiciones que, a su vez, provocan más deposición de sedimentos y más terrenos van quedando descubiertos. La comunicación con el mar se realiza a través de un estrecho canal de, aproximadamente, 5 m de anchura y 400 m de longitud

La vegetación es la típica de estes biotopos: la laguna está rodeada en su práctica totalidad por un denso carrizal (Phragmites australis), también hay espadanas (Typha latifolia) y un juncal (Juncus maritimus) donde ya se deja notar la salinidad del agua. En cuanto a fauna decir que en el denso carrizal encuentran refugio para su nidificación diversas aves como la gallina de río (Gallinula chloropus), el rascón de agua (Rallus aquaticus) y la fulepa unicolor (Locustella luscinioides). Los Anátidos también están bien representados.

Sin embargo el interés de este espacio natural se centra en el gran número de citas de aves invernantes extrañas en estas latitudes: pilro americano (Calidris melanotos), bilurico patiamarillo pequeño (Tringla flavipes), gaviota llorona americana (Larus atricilla), gaviota de Bonaparte (Larus philadelphia), carrán sombrío (Sterna fuscata), galiñola pinta (Porzana porzana), galiñola pequeña (Porzana tonta), galiñola común (Porzana pusilla), abetoro americano (Botaurus lentiginosus) y escribienta de las cañas (Emberiza schoeniclus), entre otras.

Al final del paseo por la laguna, llegamos a la pequeña aldea de Mórdomo, donde se encuentra el Bar Os Espiños, además de un area recreativa con bancos y mesas, el lugar perfecto para el avituallamiento de la etapa.

Desde Mórdomo sale un camino que nos lleva por el final de la Playa de Traba hacia otro de los tramos más espectaculares de este Camiño dos Faros: O Cuello da Señora. Toda esta costa en dirección a Camelle te traslada al cuento de Gulliver en el mundo de las rocas, otro paisaje nuevo en la ruta. Grandes formaciones rocosas de esta costa, moldeadas por la acción continua del agua y del viento que nos van dejando figuras sorprendentes.

Grandes piedras de granito de todas las formas y tamaños… Las formas son cada vez más retorcidas y los puntos de apoyo entre esas moles de toneladas cada vez más pequeños… Tomaros este tramo con calma, merece mucho la pena disfrutar de otro paisaje único de este completísimo Camiño dos Faros.

Este tramo finaliza en el Coído de Sabadelle, que se supone el germen del actual Camelle. Es una cala formada de grandes bolos de granito, que tendremos que tener cuidado al cruzarlos. La etapa está siendo espectacular, cortita pero muy sabrosa.

Camelle es un pequeño y bello puerto marinero que conserva en sus calles el encanto de antaño. Estamos entrando en el corazón de la Costa da Morte, uno de los tramos de costa con más naufragios a nivel mundial. Sus gentes, la mayoría dedicadas a la pesca, tienen la fama de ser gentes de mar que, arriesgando sus vidas, ayudaron en el salvamento de los muchos barcos naufragados en estas costas.

De uno de esos naufragios, el del buque inglés City of Agra naufragado en 1897, se conserva la campana en la iglesia del Espíritu Santo. Esta actitud heroica de los habitantes de Camelle y Arou en el rescate les llevó a ser condecorados por la corona inglesa. En el año 1898 se instaló la Estación de Salvamentos Barbeito que, además de prestar auxilio, salvaba también las cargas y desguazaba los buques siniestrados. Debido que Camelle era el lugar a donde se dirigían los náufragos y se les prestaba las primeras atenciones, existían compañías de seguros, agentes de aduanas y cónsules de distintos países.

En la entrada de la pequeña ensenada de Camelle había unos bajos que se llamaban A Pedra do Porto que, con la construcción del dique, fueron dinamitados en el 2005. Allí, a principios del siglo XX, acabaron sus singladuras tres barcos: el Yeoman (1904), el Natalia (1915) y el Boris Sheboldaev (1934), petrolero ruso de última generación que en el medio de una marejada y bajo la niebla, fue a dar contra dicha piedra. A pesar de ir vacío, este accidente provocó la primera marea negra de la Costa da Morte. Sobre la playa había una extensa capa de petróleo y durante todo un año no se pudieron consumir pescados ni mariscos. Como veis, Camelle y A Pedra do Porto tienen una historia cargada de naufragios.

Aquí en Camelle podemos ver uno de los museos más curiosos de Galicia: un museo de piedras de las más diversas formas y colores que durante muchos años creó un personaje llegado desde Alemania y que se quedó cautivo de estas tierras: Man, el alemán de Camelle. Maravillado por esta zona de la costa, se quedó a vivir en ella en un compromiso de perfecta armonía con el mar y las rocas, que queda reflejado en este museo al aire libre que le servía de casa. La visión de Man nos causaba una gran impresión: alto y delgado, con pelo y barba larga, su única ropa era un taparrabos. Vivía en el centro del museo, en una caseta pintada con llamativos círculos de colores, una constante en su obra.

Manfred Gnädinger nace en 1936 en Radofzell (Alemania) en una familia acomodada. Con 14 años comienza sus estudios de pastelería que lo llevan a trabajar en prestigiosos locales de Suiza. A los 16 años muere su madre, y esto a Man le supone un golpe muy duro. Aunque continúa trabajando en Suiza, ya empieza a interesarse por el arte y su mente inquieta empieza a fluir.

Con 25 años vuelve a su pueblo natal, en el que va a estar poco tiempo. Desde la muerte de su madre, se apoya en una señora mayor que es de Muxía, y que le habla de la Costa da Morte, de las piedras, del mar… A Man le fascinaban aquellas historias. Entonces, comienza un viaje por Francia y el norte de España hasta llegar a la playa de Traba para, desde allí y por donde venimos nosotros, dirigirse a Camelle, a donde llega el día de la fiesta de 1962. Se supone que iba para Muxía, pero aquí se quedó.

Pulcramente vestido y católico practicante, trabó amistad con la familia Baña Heim, los únicos que sabían alemán. Ellos le alquilaron una pequeña casa de piedra a la entrada del pueblo, donde empieza su evolución interior. Pintar las paredes de negro, empieza a coleccionar piezas y recoger todo tipo de cosas, que los caseros le dicen que así no pueden seguir. Entonces Man desaparece. Y, después de dos días, aparece totalmente desnudo, sólo con su taparrabos. Compra un terreno en la punta del muelle y empieza a construir su caseta, en total comunión con la naturaleza y sin electricidad ni agua.

Es aquí, a principios de los 70, cuando Man comienza su obra, donde el círculo y los colores básicos son una parte fundamental. Aunque realiza obras en todo el territorio, se va consolidando su jardín-museo alrededor de la casa. Es una artista multidisciplinar y la escritura, la pintura o la fotografía también tienen espacio en esa mente inquieta. Mientras, su estilo de vida ecologista va evolucionado, plantando su propio huerto alrededor de la casa, donde se calienta a través de un pequeño solarium. Esa dieta vegetariana y sus grandes caminatas a los montes cercanos y sus travesías nadando lo mantenían fuerte.

En 1985 tienen lugar las obras del espigón, que los marineros de Camelle necesitaban para proteger sus barcos. Pero el proyecto pasaba por encima de su jardín-museo. Después de enviar escritos a las autoridades y otras protestas, consiguió que se modificase parte del proyecto, pero no todo. Llegaron las obras y él, como señal de protesta, se tumbó en el hormigón, de frente y de lado, creando sus propias siluetas que podéis ver hoy.

A partir de ese momento, el espigón también formará parte de su obra y Man va evolucionando. El museo es una recolección de piedras, huesos de animales, artes de pesca y otras crebas que le trae el mar, todo perfectamente conjuntados y predominando las formas esféricas y circulares de vivos colores.

Como rezaba en la entrada, ‘Ver 1 euro’. Man cobraba este precio simbólico a los visitantes mientras nos daba unos lápices de colores y una libreta donde nos pedía que hiciéramos un dibujo de lo que veíamos, que era para nosotros su museo y él, además que firmáramos con nombre y fecha de nacimiento. Según sus propias palabras: «Esto es para la interpretación libre, sí, para que los niños produzcan su propia imaginación, y yo les doy a cada niño una libreta para hacer un dibujo libre sobre el museo. El museo es el árbol, y cada folio de la libreta es un folio de ese árbol y cada dibujo es un fruto de ese árbol».

El 16 de noviembre del 2002 la primera oleada de fuel del Prestige inundaba su museo. Man declaraba: «Yo decir que esto no debe limpiarse nunca…, ser episodio de la Historia. Quedar así debe, para todos recordar quién es hombre, porque hombre no querer a hombre, ni a mar, ni peces ni playa.». El 28 de diciembre del 2002 Manfred Gnädinger fallecía y con él una obra única.

Man es un personaje que debería ser recordado por el amor que procesó a la naturaleza de este rincón de la costa gallega, y por un arte totalmente integrado con ella. En los últimos años, se comenzó un proyecto de recuperación y catalogación de su obra, en un pequeño bajo de la caseta tenía almacenado gran parte de las libretas, fotografías, diarios y esculturas. El resultado de esta trabajo se puede ver en el museo de la Casa do Alemán.

En el jardín-museo, en el espigón de Camelle, finaliza este tramo y comienza el último que nos llevará hasta Arou. Es la etapa de la piedra, y en eso íbamos pensando entre muros que van haciendo el camino, otro ejemplo de la importancia de estas rocas de granito en nuestra historia. Así llegamos al Porto da Lagoa. Rodeada de Punta Percebeira y la Punta do Curro forma un pequeño resguardo donde las chalanas descansan de los duros días en el mar.

Arou es el final de la cuarta etapa de O Camiño dos Faros. Un pueblo con una magia especial que a los trasnos nos atrae, allí encajonado entre los grandes peñascos que lo rodean. Cuenta con una amplia playa de aguas tranquilas donde, si el tiempo lo permite, podemos descansar o darnos un refrescante chapuzón.

También merece la pena un paseo por sus calles, donde volvemos a ver esa economía de autoabastecimiento, con las lanchas y las nasas de ir al pulpo mezcladas con las pequeñas huertas y hórreos para almacenar las cosechas. Así acaba nuestro recorrido, con en un final de etapa donde tenemos pocos servicios y que nos llevará por un tramo agreste de costa único en el mundo: A Costa da Morte.

Plan de Ruta

Km EtapaPuntoAltura (m)Km Total
0,0Plaza de Laxe641,9
0,1Iglesia de Santa María da Atalaia1042,0
0,6Ruta da Insua4842,5
1,8Faro de Laxe5043,7
1,8Monumento A Espera5043,7
2,3Furna de la Espuma1944,2
2,7Playa de los Cristales1744,6
2,9Ensenada Baleeira2744,8
4,2Peñón de Castro9246,1
4,6Playa de Soesto846,5
6,2Punta Catasol1948,1
6,5Playa de Castrallón1348,4
7,1Playa de Arnado1649,0
8,1Playa de Traba1850,0
9,8Laguna de Traba751,7
10,8Mórdomo1352,7
12,0Punta Corbeiro1553,9
12,8Cuello da Señora1554,7
13,7Coído da Señora1055,6
13,7Coído de Sabadelle755,6
14,6Playa de Camelle656,5
15,3Casa del Alemán857,2
15,4Puerto de Camelle857,3
15,7Museo de Man857,6
17,0Playa de Lagoa858,9
17,7Playa de Arou759,6